Soberana Orden Militar Española de los Caballeros Templarios
S.Sepulcro
La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén (en italiano, Ordine equestre del Santo Sepolcro di Gerusalemme) es una orden de caballería católica que tiene sus orígenes en Godofredo de Bouillón, principal líder de la Primera Cruzada. Según las opiniones más autorizadas, tanto vaticanas como hierosolimitanas, comenzó como una confraternidad mixta clerical y laica de peregrinos, que creció gradualmente alrededor de los Santos Lugares de la cristiandad en Oriente Medio: el Santo Sepulcro, la tumba de Jesucristo. Su divisa es Deus lo vult (Dios lo quiere). Creada en 1098 por Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena y Protector del Santo Sepulcro, tras la victoriosa primera cruzada, es reconocida como la Orden de Caballería más antigua del mundo. Su objetivo primordial fue proteger el Santo Sepulcro de los infieles con la ayuda de 50 esforzados caballeros. Balduino I de Jerusalén (hermano de Godofredo) la dotó oficialmente de su primer reglamento, que sería imitado por las órdenes del Temple y el Hospital. Entre sus hechos más gloriosos, la Orden luchó valerosamente junto al rey Balduino I de Jerusalén en 1123, participó en los asedios de Tiro en 1124, de Damasco (durante la Segunda Cruzada, en 1148) y de San Juan de Acre en 1180. Tras la toma en 1187 de la ciudad santa de Jerusalén por los musulmanes de Saladino, la Orden se trasladó a Europa y se extendió por países como Polonia, Francia, Alemania y Flandes. A partir de entonces, se dedicó al rescate de cautivos cristianos de manos musulmanas. En España, también obtuvo protagonismo al intervenir en numerosas batallas de la Reconquista contra los musulmanes. Los componentes de la Orden siempre han sido distinguidos miembros de la nobleza europea, aunque actualmente se han dispensado las pruebas nobiliarias para el ingreso. En 1489, el papa Inocencio VIII incorporó la Orden a la de los hospitalarios, aunque en algunos lugares (como España) conservó su autononomía, con un régimen especial dentro de la Iglesia católica. En 1868 el papa Pío IX le confirió unos nuevos estatutos, mediante la bula "Cum multa". Actualmente subsiste dedicada al sostenimiento del Patriarcado Latino de Jerusalén y sus fieles, y conservando (como la Orden de Malta o la Orden Teutónica) una consideración honorífica y particular dentro de la Iglesia católica.
Fase canonical Esta primera fase antecede a la formación de la propia Orden. Se inicia tras la devoción por los Santos Lugares de Santa Elena, madre del emperador Constantino “El Magno”, instaurador del Cristianismo en el Imperio Romano en el año 313. Llevada por su devoción al Santo Sepulcro, viajó a Jerusalén en busca de su ubicación, que le sería descubierta por un piadoso judío llamado Quirino. A fin de honrarlo, mandó que se levantara un templo suntuoso, en honor de la Gloriosa Resurrección de Jesucristo, construido alrededor de la montaña del Gólgota y del sepulcro de Cristo. Seguidamente estableció allí un cabildo de Canónigos, llamados así por el “canon” o regla con la que Santa Elena había organizado la subsistencia y deberes de aquellos religiosos. Para la custodia y conservación del Santo Sepulcro, estos religiosos se ayudaban de varios hermanos seglares, a los que dio por insignia una cruz formada por las cinco cruces rojas en recuerdo de las cinco llagas de Nuestro Señor. La separación de las Iglesias los convertiría en cismáticos y la ocupación por los musulmanes de los Santos Lugares en el año 638 los reduciría a una penosa subsistencia. Pero lograron sobrevivir hasta la conquista de Jerusalén por los Cruzados en el año 1099, tras la que Godofredo de Bouillón los expulsó por cismáticos y los substituyó por Canónicos Latinos, fieles a Roma. Pero no se conformó solo con este un simple cambio de canónicos. Siguiendo el espíritu guerrero de la época, les añadió un grupo de caballeros que pasaron a constituir así una Orden de Caballería, religiosa y militar, porque el templo del Santo Sepulcro no se protegía solo con plegarias. Que los clérigos empuñaran las armas, convirtiéndose en unos sacristanes armados, chocaba con los cánones religiosos. Aunque la guerra contra los infieles que habían ocupado Tierra Santa fuera justa y lícita, se prohibía absolutamente a los clérigos, bajo pena de excomunión, matar a otro hombre con las armas, siquiera fuera un musulmán y en legítima defensa. Fase heroica Transcurre en Tierra Santa entre los años 1099 y 1247. Los Caballeros Sepulcristas se encargaron de proteger el Santo Sepulcro y ayudar militarmente a los reyes de Jerusalén, de quienes dependían directamente, pues en ellos recaía el Maestrazgo de la Orden, si bien lo tenían delegado en el Gran Prior Sepulcrista. Parece ser que la intención de crear una Orden de Caballería la adoptó Godofredo de Bouillon tras la batalla de Antioquía en 1098. Cuando se le propuso que —siguiendo la tradición— armara caballeros sobre el campo de batalla a varios escuderos que se habían distinguido por su arrojo en la misma, prometió a Gontier de l’Aire que esperara, pues le investiría Caballero cuando hubieran conquistado el Sepulcro del Señor. Según el Conde Alphonse Couret, la Orden del Santo Sepulcro nace espontáneamente tras la conquista de Jerusalén por los cruzados en el año 1099, con la masacre cometida por los cristianos fanáticos, los cruzados, contra hombres, mujeres y niños musulmanes y judíos que vivían en Jerusalén impulsada por la devoción de los cruzados al Santo Sepulcro. Sería el propio Godofredo de Bouillon quien, tras ser aceptado por todos como Protector de Jerusalén, se encargó de organizar la asistencia religiosa del Santo Sepulcro, encomendándolo a veinte canónigos del clero regular que deberían entonar perpetuamente los oficios divinos y celebrar los Santos Misterios. Mas no bastaba con substituir unos canónigos por otros. Estos pacíficos monjes, cuya vida transcurría entre oraciones y ayunos, eran incapaces de defender el Santo Sepulcro de profanaciones y de proteger a los desvalidos que lo visitaban en peregrinación. Las murallas de Jerusalén no eran amparo suficiente, máxime cuando los Reyes de Jerusalén casi siempre estaban en campaña, apartados de la capital y sin dejar casi nunca guarnición, por lo que la ciudad quedaba al cuidado de sus habitantes. Era preciso suplir la insuficiencia de los ejércitos cristianos, y establecer una milicia permanente formada por caballeros escogidos que protegiera Jerusalén, en especial el Santo Sepulcro. Según el cronista francés André Tavin, la Orden de Caballería del Santo Sepulcro es la primera y más antigua de todas las órdenes de caballería creadas en Tierra Santa. Sus fratres, canónigos y caballeros, se distinguieron ya como guardia noble que velaba y protegía el Santo Sepulcro. Atrajo a numerosos príncipes y señores, que peregrinaron a Jerusalén. Obtuvo el reconocimiento de Reyes y Pontífices, cuando aún no existían los Templarios, salidos de sus filas, y los Hospitalarios y Lazaristas solo eran hermanos enfermeros que no salían de sus hospitales y lazaretos. Por ello, la Orden del Santo Sepulcro recibió la primacía sobre las demás Órdenes en todos los actos religiosos y oficiales, de la que goza todavía hoy en día. Durante unos años se interrumpieron todos los cruzamientos, pero en 1238 un grupo de franciscanos fue admitido en Jerusalén por el Califa y pudieron reiniciarse las peregrinaciones, aunque por pequeños grupos de cristianos desarmados que habían de pagar un peaje para poder entrar. La tregua con los sarracenos permitió reanudar los cruzamientos ante el Santo Sepulcro, aunque ya sin la solemnidad de antaño, sino en silencio y en la intimidad, para evitar llamar innecesariamente la atención en una ciudad controlada por los infieles. Acabada la tregua, deberán abandonar la Jerusalén ocupada y regresar a sus lugares de origen en Europa, surgiendo así los llamados Caballeros Peregrinos. Tenemos testimonios de peregrinos cristianos llegados a Jerusalén, bajo la tolerancia de los gobernantes islámicos, que allí se cruzaban caballeros del Santo Sepulcro, surgiendo así los llamados Caballeros Peregrinos. Desde 1238 a 1496 tenemos numerosos ejemplos de caballeros Sepulcristas armados ante el Santo Sepulcro, pertenecientes a las más ilustres familias europeas. En 1279 tenemos a Jean de Heusden, noble flamenco; en 1309 a Gossin Cabilau, noble flamenco; en 1244 Godefroid de Dive, noble francés; en 1295 el Conde Jean X d’Arkel, tataranieto de Jean V d’Arkel, armado caballero en 1176; en 1325 Roberto de Namur. Sigue una larga lista de caballeros, condes y príncipes, procedentes de todas las partes del mundo cristiano, que son armados caballeros Sepulcristas ante el sepulcro de Cristo. Reciben así la más preciada recompensa a su atrevido viaje y a los muchos peligros y privaciones sufridas en el mismo, al recibir la más alta muestra de honor que un caballero cristiano podía esperar.
Estatutos La Orden Sepulcrista se regía por sus propios Estatutos o Assises. Se conserva aún la copia que mandó realizar el rey francés Luis VII en 1149, para que sirviera de norma para la Cofradía de la Orden del Santo Sepulcro que, al ejemplo de esta Orden, constituyó en Francia y para la que redactó unos Assises o Estatutos similares a los que la Orden tenía desde su fundación. En este documento se establece que Godofredo de Bouillon se reservó para el Maestrazgo de la Orden que, a su muerte, pasaría a los Reyes Latinos de Jerusalén. En el mismo, se establecen dos categorías de miembros de la Orden: Milites (Caballeros) y Presbyteri (Canónigos), además de mencionar a los Viatores (Peregrinos). Se recoge que los reyes delegaban su mando en un Tenente, y se desarrollan las obligaciones que tenían los Caballeros, “proteger con las armas, combatir y hacer la guerra” , y los Canónigos, “rezar y celebrar los oficios divinos en la Iglesia del Santo Sepulcro”. En consecuencia, la Orden mantuvo una guarnición en Jerusalén, mientras esta ciudad estuvo en manos de los cristianos. Las Crónicas nos hablan de los Caballeros que hacían guardia permanente ante el Santo Sepulcro y de los Custodios o Guardias armados auxiliares que, en número de quinientos, debían proveer al ejército de los Reyes de Jerusalén, y de su participación en numerosas batallas. La pérdida de la ciudad a manos de Saladino y la destrucción del Reino Latino la privarían de su carácter guerrero y, al igual que las otras Órdenes, tendría que luchar por su supervivencia adaptándose a las nuevas circunstancias. Los Caballeros del Santo Sepulcro fueron los más afectados por la pérdida de Jerusalén, pues hubieron de abandonar la guardia que hacían en los Santos Lugares sin disponer de otra base a donde replegarse. A diferencia de los templarios y hospitalarios, las fortalezas Sepulcristas estaban todas en la ciudad santa. Al perderse ésta, hubieron de abandonar todas sus residencias y establecimientos