Soberana Orden Militar Española de los
Caballeros Templarios
Ningún
hermano
templario
puede
excusarse
de
acudir
a
maitines,
salvo
ocupación
de
causa
mayor
o
enfermedad
y
con
autorización
del
comendador.
En
la
capilla,
los
hermanos
oyen
cantar
maitines
en
silencio.
Deben
rezar
o
escuchar
trece
pater
noster,
aunque
se
recomienda
que se recen trece por Nuestra Señora y otros trece más por el santo de ese día.
Cuando
salgan
de
la
capilla
después
de
los
maitines
deben
ir
a
las
cuadras
para
ver
a
los
caballos
y
dar
las
órdenes
pertinentes
a
los
escuderos,
no
se
les
puede
reprender,
solo
hablarles
tranquilamente.
A
continuación
pueden
volverse
a
acostar,
pero
antes
de
dormirse
deben
haber rezado un
pater noster
para que Dios les perdone cualquier falta menor que hubiese cometido o roto la regla de silencio.
Cuando
suena
la
campana
de
primas,
se
viste,
se
calza
y
se
dirige
a
la
capilla
lo
más
rápidamente
posible.
Es
el
momento
en
que
se
celebra
misa, que debe oírse devotamente y en toda su extensión.
Si
se
celebraran
dos
misas
durante
la
mañana,
se
aconseja
a
los
hermanos
que
las
sigan,
lo
que
no
les
dispensará,
sin
embargo,
de
escuchar
las
horas
tercias
y
de
mediodía.
En
cualquier
caso,
está
terminantemente
prohibido
ingerir
cualquier
alimento,
sea
éste
el
que
fuere,
antes de haber rezado los sesenta
pater noster
obligatorios: treinta por los muertos y treinta por los vivos.
Antes
de
la
comida
en
común
se
da
la
bendición
y
se
reza
un
padrenuestro,
se
deben
dan
las
gracias
en
la
capilla
al
salir
del
refectorio
o
comedor, luego se oyen las vísperas y las horas nona y completas.
Cada
una
de
las
horas
se
acompaña
de
trece
o
de
dieciocho
pater
noster;
los
que
se
dedican
a
la
Virgen
se
rezan
o
se
escuchan
de
pie,
y
sentados aquellos que se dediquen al santo del día.
Las plegarias por Nuestra Señora inician y concluyen la jornada de todo caballero templario
Las
misas
y
las
oraciones
están
jalonadas
de
genuflexiones
por
un
espíritu
de
penitencia,
s
alvo
en
Vísperas
y
en
la
vigilia
de
la
Epifanía; evidentemente los hermanos viejos o enfermos están dispensados de este acto.
Éstas
son
las
disposiciones
ordinarias
que
regían
la
vida
religiosa
de
los
hermanos.
Aunque
algunos
días
concretos,
coincidiendo
con
alguna celebración se acompañan, de algunas obligaciones especiales.
El
primer
miércoles
de
Cuaresma,
cuando
el
capellán
comienza
la
letanía
que
sucede
a
los
siete
salmos
de
la
penitencia,
los
caballeros
templarios se arrodillan sobre su manto
El miércoles de Ceniza, el capellán les echa ceniza en la cabeza
El
Jueves
Santo,
el
limosnero
debe
preparar
a
trece
pobres
a
quienes
los
hermanos
están
obligados
a
lavar
los
pies
(con
agua
caliente),
después
de
besarlos.
Después
de
esta
ceremonia,
que
se
desarrolla
en
presencia
del
capellán
con
sobrepelliz
y
llevando
la
cruz, el comendador da a cada uno de los pobres dos panes, dos denarios y un par de zapatos nuevos.
El
día
de
Viernes
Santo
los
hermanos
adoran
la
cruz
con
gran
devoción
y
con
los
pies
desnudos,
ayunan
a
pan
y
agua
y
comen
en
una
mesa sin mantel.
Los ayunos son obligatorios todos los viernes desde el día de Todos los Santos hasta Pascua, salvo el viernes de Navidad.
Hay
procesión
el
día
de
Navidad,
el
de
la
Anunciación,
el
de
la
Purificación
de
la
Virgen,
el
domingo
de
darnos,
el
día
de
Pascua,
el
de
la
Ascensión,
el
de
Pentecostés,
el
de
la
Asunción
y
el
de
la
Natividad
de
Nuestra
Señora,
el
de
Todos
los
Santos
y
también
el
del
santo
a
quien esté dedicada la capilla de la encomienda.
El ajuar del caballero Templario
El
hermano
pañero
era
el
encargado
de
velar
de
las
ropas
de
los
caballeros,
de
que
fueran
las
adecuadas.
Le
correspondía
vigilar
escrupulosamente para que no fueran ni demasiado cortas ni demasiado largas, sino a la medida justa de quienes debían llevarlas
Los
templarios
al
entrar
en
la
orden,
recibían
dos
ajuares
completos
el
de
paz
y
el
de
guerra.
Del
cual
a
partir
de
este
momento
eran
responsables, no pudiendo dar ni regalar ninguna parte de este a nadie.
Este ajuar de paz se componía de:
2 camisas,
2 pares de calzas de burel,
2 bragas o calzones,
1 sayón,
1 pelliza,
1 capa,
2 mantos (uno de ellos de invierno forrado de oveja o de carnero y otro de verano de un tejido más ligero),
1 túnica
1 ancho cinturón de cuero
1 bonete de algodón y otro de fieltro.
1 sayón o
1 capa
1 túnica
2 paños y una servilleta para la mesa
1 toalla para el aseo personal.
La
ropa
de
cama
comprendía:
un
jergón,
dos
sábanas,
una
estameña
o
manta
ligera
y
una
manta
gruesa
(para
las
épocas
frías).
Esta
manta debía ser blanca o negra, o a rayas blancas y negras, que eran los colores del Temple.
El ajuar militar comprendía:
1 loriga o cota de malla
1 par de calzas de hierro
1 casco de hierro
1 yelmo
zapatos
1 cota de armas.
La loriga iba colocada sobre un enrejado también de malla de hierro.
Unos zapatos de armas completaban el equipo.
El
armamento
consistía
en
una
espada
(recta,
de
doble
filo
y
con
punta
redondeada),
una
lanza
(de
madera
de
fresno
y
punta
de
hierro
cónica),
un
escudo
(triangular,
de
madera
metalizada
por
dentro
y
recubierta
de
cuero
por
fuera,
y
que
en
algunos
casos
iba
reforzado
con laminillas claveteadas).
El
nuevo
caballero
recibía
también
tres
cuchillos:
un
cuchillo
de
armas
(o
puñal),
un
cuchillo
para
cortar
el
pan
y
la
carne
y
una
especie
de navaja (de hoja recta). También se le daba una gualdrapa para su caballo, pero podía cubrirlo con la manta.
La
cruz
del
Temple
iba
cosida
en
los
mantos,
túnicas
y
cotas
de
malla
(en
éstas
por
delante
y
por
detrás)
y
que
debía
ir
bordada
en
todas
las
piezas de lencería.
Los
hermanos
sargentos
llevaban
túnicas,
cotas
y.
mantos
negros
con
una
cruz
roja.
Su
armamento
era
el
mismo,
salvo
que
muchas
veces
su loriga era de malla más ligera y estaba desprovista de mangas, y sus calzas de hierro no tenían empeine para facilitar la marcha.
Por
último,
se
daba
a
los
caballeros,
con
independencia
de
los
jaeces
para
los
tres
caballos
a
los
que
tenían
derecho,
un
pequeño
equipo
de
campaña
que
se
componía
de
un
caldero,
un
cuenco
para
medir
la
cebada
y
tres
pares
de
alforjas,
dos
de
las
cuales
tenían
que
llevarlas
sus
escuderos.
Como
ya
hemos
dicho,
todo
esto
no
se
le
da
realmente
al
caballero,
sino
que
se
le
presta.
Es
responsable
de
ello.
No
puede
disponer
de
ello
a
su antojo ni sustraer nada sin riesgo de incurrir en castigo.
La
regla
enumeraba
lo
que,
en
rigor,
puede
dar:
una
garnacha
(un
vestido)
que
habrá
llevado
al
menos
durante
un
año,
una
cota
de
malla
gastada,
una
faldeta
usada,
camisa
y
bragas
viejas,
polainas
viejas
o
incluso
una
linterna
de
su
fabricación,
un
pedazo
de
cuero.
Estos
regalos
no
estaban
destinados
a
cualquiera.
Eran
para
los
escuderos,
que
no
pertenecían
al
Temple,
sino
que
servían
a
plazo
fijo.
Cuando
un
escudero
dejaba
el
servicio
de
un
caballero,
éste,
si
había
quedado
satisfecho
de
él
tenía
derecho
a
regalarle
la
garnacha
que
él
había
llevado desde ha
cía dos años.
Para
terminar
con
el
equipamiento
del
caballero,
tenemos
que
añadir
que
tenía
que
velar
continuamente
por
su
perfecta
conservación.
No
podía
modificarlo
en
nada:
ni
siquiera
cortar
las
correas
de
los
estribos,
ni
su
cinturón,
ni
el
tahalí
que
sujetaba
su
espada,
ni
el
cordón
que
sostenía
los
calzones
en
torno
a
su
cintura,
sin
permiso de su comendador
Pañero Mayor o Vestiario
Era el encargado de la uniformidad de los caballeros, escuderos y sirvientes.
Su
misión
en
la
Orden
era
la
de
regir
el
almacén
de
vestimenta,
teniendo
bajo
control
en
todo
momento
las
ropas
que
les
eran
entregadas
a
los hermanos, ya fuesen las de vestir como las sábanas, toallas, etc.
Estaba
encargado
también
de
mantener
un
control
sobre
la
higiene
de
los
hermanos,
sobre
todo
en
lo
referente
a
tener
el
pelo
corto
y
la
barba
limpia, además de que no vistieran ropas no permitidas por la Orden.
El
pañero
de
la
orden
debería
tener
cuatro
caballos,
dos
escuderos
y
un
hombre
encargado
de
las
bestias
de
carga;
un
pabellón
como
el
del
mariscal;
una
tienda
para
sus
escuderos
y
otra
para
sus
sastres,
y
las
bestias
de
carga
deberían
transportar
su
equipo
para
coser
y
también
su pabellón.
También realizaba las tareas de secretario y escribiente.
Asistía a las ceremonias de iniciación.
La vida diaria en una encomienda templaria.
La
figura
de
la
encomienda
era
gobernada
por
el
comendador,
que
cumplía
la
doble
función
de
administrador
y
de
jefe
de
la
comunidad
religiosa. Este último cargo era bastante más riguroso, pues entre sus funciones estaba la de velar por el cumplimiento del retrais.
La
regla
templaria
está
ajustada
a
las
condiciones
de
la
vida
de
un
monje
guerrero
(bueno…
Para
entendernos.
Reivindiquemos
la
figura
de
FREIRE),
lo
que
implica
que
debe
evitar
toda
práctica
ascética
que
pueda
dañar
su
salud.
De
hecho,
el
templario
tiene
derecho
a
cierta
comodidad:
tiene
ropa
adaptada
tanto
para
el
calor
como
para
el
frío
(artículo
20),
tiene
ropa
de
cama
(artículo
21)
e,
incluso,
la
regla
recomienda
a
los
hermanos
que
permanezcan
sentados
durante
los
oficios
(artículos
15
y
16).
Pero
no
acaba
aquí
la
cosa,
sino
que
hay
enormes
diferencias
con
el
comportamiento
monacal
“tradicional”
en
lo
tocante
a
la
alimentación:
El
templario
hace
dos
comidas
diarias
-a
excepción
de
los
periodos
de
ayuno,
que
es
sólo
una-,
pero
por
autorización
del
maestre
o
del
comendador
correspondiente
se
puede
autorizar
una
tercera
comida…
Y
el
templario
come
carne
tres
veces
a
la
semana
(artículo
26).
Mas
no
acaba
aquí
la
cosa:
Varias
veces
se
ofrecen
dos
o
más
clases
de
comidas
-si
los
recursos
de
la
encomienda
lo
permiten-,
con
objeto
que
si
no
pueden
comer
de
una,
coman
de
otra
(artículo
185).
Las
comidas
transcurren
en
silencio,
mas
con
reservas:
el
templario
no
conoce
los
signos
que
usa
un
cluniacense
para
pedir
cosas
en
la
mesa, así que se le permite hablar con discreción para no molestar al lector que lee pasajes bíblicos.
Vamos
con
las
obligaciones
menos
populares:
el
templario
no
debe
permanecer
ocioso.
Cuando
el
comendador
no
le
ordene
algo,
debe
ocuparse
de
su
bagaje,
caballo
y
armamento,
ordenando
las
reparaciones
precisas
en
caso
necesario
(artículo
285).
En
cuanto
al
entrenamiento
para
el
combate,
el
templario
no
podía
servirse
de
justas
y
cacerías
-las
tiene
prohibidas-,
se
servía
de
maniobras
“in
situ”,
entrenamiento
con
combate
simulado
hermano
vs
hermano,
de
los
desplazamientos
entre
encomiendas
y
de
concursos
internos
y
apuestas
de
tiro de arco y ballesta donde se premiaba al vencedor con objetos sin valor añadido (artículo 317).
Los
servicios
religiosos
son
una
parte
importante
de
la
vida
cotidiana
de
un
templario.
La
regla
considera
el
caso
de
que
los
freires
no
puedan
celebrar
sus
oficios
porque
sus
deberes
militares
se
lo
impiden,
incluso
permite
agrupar
los
oficios
de
prima,
tercia
y
sexta
en
uno
solo
(artículo
10)
e,
incluso,
sustituir
los
oficios
por
oraciones
en
casos
particulares.
no
obstante,
excluyendo
estos
casos
de
fuerza
mayor,
han
de
regirse
como
religiosos
en
todos
los
sentidos,
con
sus
oficios
religiosos
y
oraciones
“de
oficio”.
Este
comportamiento,
al
igual
que
el
combate, permitía crear un espíritu de cuerpo.
El
servicio
divino
estaba
asegurado
por
un
capellán
miembro
del
Temple,
pero
ello
no
dispensaba
al
templario
de
recurrir
a
un
sacerdote
externo
a
la
orden.
Pues
no
todas
las
encomiendas
disponían
de
un
hermano
capellán,
y
este
capellán
no
dispone
de
un
poder
de
absolución
ilimitado:
No
puede
“juzgar”
a
un
templario
acusado
de
asesinar
a
un
cristiano
o
a
otro
acusado
de
simonía.
Además,
un
templario
puede
acudir
al
sacerdote
que
prefiera
(eso
se
recuerda
expresamente
en
una
bula
pontificia
de
principios
del
XIV,
y
durante
el
juicio
hubo
franciscanos que declararon haber recibido confesiones de templarios).
Así
y
todo
hubo
abusos
en
ese
aspecto.
Se
sabe
que
maestres
y
comendadores
-no
ordenados-
absolvieron
a
veces
los
pecados
de
sus
hermanos (cosa que no podían hacer).
Más
cosas
de
la
vida
cotidiana
de
un
templario:
Tenía
el
deber
de
dar
limosna
y
practicar
la
caridad
y
la
hospitalidad.
Debían
comportarse
como
“pobres
caballeros
de
Cristo”
-hacer
voto
de
pobreza
implica
también
ayudar
a
los
pobres-
.
Al
final
de
las
comidas,
se
distribuían
los
restos
entre
los
más
desfavorecidos.
Las
casas
del
Temple
debían
acoger
a
los
huéspedes
de
paso
-carga
especialmente
pesada
para
la
casa
de
Jerusalén-.
¡OJO!
La
actividad
“hospitalaria”
de
las
casas
templarias
no
era
comparable
a
las
del
Hospital
(no
llegaba
ni
a
la
décima
parte). Tened en cuenta que la caridad y la hospitalidad no forman parte de las misiones de la orden, como sí de las del Hospital.
Organización Territorial de los Templarios
A nivel territorial la Orden estaba dividida en Prioratos, Bailías y Encomiendas.
En
un
entorno
geográfico
próximo,
grupos
con
un
mínimo
de
nueve
eclesiásticos
(caristicarios)
de
los
que
al
menos
cinco
deberán
ser
caballeros
constituyen
una
Encomienda.
Los
emperadores
y
patriarcas
les
encomendaban
los
monasterios
y
hospitales
arruinados,
a
fin
de
que
lo
reedificasen
y
restableciesen.
En
esta
orden
uno
de
los
caballeros
por
sus
servicios
antigüedad
tomará
el
título
de
comendador
y
será
quien dirija la encomienda.
Las
encomiendas
eran
unidades
de
gestión
autosuficientes
y
su
función
era
acumular
y
comercializar
los
excedentes
necesarios
para
sufragar
los
gastos
de
la
Orden
en
Tierra
Santa.
Los
Templarios
demostraron
ser
excelentes
administradores
que
en
todo
momento
recurrieron a técnicas modernas para mejorar los rendimientos.
Realizaban
también
remuneradoras
actividades
bancarias
basadas
en
su
formalidad
y
solvencia.
Muchos
fueron
los
particulares
que
le
confiaron
la
custodia
de
grandes
cantidades
de
dinero
y
del
Papado
consiguieron
que
les
encargase
las
colectas
de
la
Cruzada.
Entre
sus
actividades se especializaron en prestar dinero a reyes y señores en apuros a cuenta de la cobranza de impuestos
La
Bailía,
también
llamada
bailiazgo,
se
refiere
a
la
comunidad
donde
se
encuentran
tres
o
más
encomiendas.
Estará
lidereada
por
un
Bailío o Baile que en algunos lugares será como un juez ordinario o alcaide de alguna villa o lugar.
Por
último,
el
priorato,
que
consiste
en
un
establecimiento
monástico
que
está
bajo
la
dependencia
de
una
abadía
y
está
liderado
por
un
prior.
Los
monjes
se
encargaban
de
gestionar
y
enviar
las
rentas
a
su
abadía.
A
su
vez,
los
prioratos
disponían
de
iglesias
que
eran
construidas y mantenidas por la Abadía Madre.
Después
de
completado
el
trazado
urbano
y
erigida
la
iglesia,
las
casas
que
con
el
tiempo
integraron
los
alrededores,
sus
vecinos
y
feligreses,
más
sus
heredades,
están
bajo
la
jurisdicción
del
prior
que
ponía
allí
la
Orden
para
que
sirviera
la
iglesia,
constituyendo
un
priorato
o
encomienda
menor.
Si
un
priorato
alcanzaba
cierta
autonomía,
tanto
de
personal,
como
económico,
éste
podía
ser
elevado
a
la
categoría de abadía. La iglesia se hacía entonces iglesia abacial y en lugar de un prior, la comunidad de monjes nombraba un abad.
Comendador de la Tierra de Jerusalén
Eran una especie de gobernador con un Mariscal y un pañero bajo sus órdenes.
También
tenía
la
función
de
tesorero.
El
botín
de
guerra
debía
ir
a
sus
manos
para
ser
distribuido
y/o
utilizado
según
la
necesidad,
excepto
las armas, pertrechos y monturas del botín que iban a manos del Mariscal.
Respondía al Maestre y a Capítulo General.
Tenía un séquito de dos escuderos, un sargento, un indígena turco, un diácono que supiese escribir, un intérprete y dos muchachos de a pie.
Él era el que se encargaba de dar la orden de cualquier pago, aunque siempre bajo el mandato del Maestre o del Capítulo.
También estaba a cargo de los navíos atracados en San Juan de Acre.
El
Comendador
de
Jerusalén
contaba
con
diez
caballeros
para
protección
de
peregrinos
y
defensa
de
caminos,
además
de
contar
con
el
privilegio de guardar la Vera Cruz (también durante el transcurso de las batallas).
La mayor de sus obligaciones era la de tener una cuenta actualizada del tesoro y presentarla al Maestre cuando la requiriese.
Presidía la distribución de los hermanos templarios en los castillos y, en tiempos de paz, el Mariscal tenía que acatar sus decisiones.
El
Comendador
Provincial
era
el
preceptor
de
las
distintas
provincias
en
las
que
se
dividía
el
Temple.
Igualmente
en
éstas
administraba
las donaciones, cuidaba de los hermanos a su cargo y enviaba la mayor cantidad de dinero posible a Tierra Santa.
Los Comendadores Territoriales se encontraban en Acre (Palestina) y Antioquia (Siria) y de ellos dependían los castillos de cada región.
Mariscal
Era
el
comandante
militar,
responsable
del
adiestramiento
y
de
la
disciplina.
Ostentaba
el
máximo
mando
militar.
Era
el
jefe
militar
que
velaba por la disciplina interna de la hueste y el responsable del mantenimiento y adquisición del armamento y de los caballos.
Gobernaba
también
las
armas,
armaduras,
máquinas
de
asedio,
municiones
y
las
guarniciones
de
los
caballos.
Él
distribuía
a
las
milicias
y
daba
las
órdenes
tácticas.
Su
misión
también
era
la
de
comprobar
las
monturas
y
mulas
de
carga,
bajo
el
consentimiento
del
Maestre.
Impartía las órdenes cada jornada, incluso en presencia de aquél.
Podía
tomar
el
mando
en
la
batalla
por
ausencia
del
Maestre
o
del
Senescal
(así
como
celebrar
Capítulo
sin
estos
presentes),
y
es
el
que
porta el beaussant como señal de reunión y con la caballería hace de punta de lanza.
Al igual que sus superiores poseía un séquito que constaba de dos escuderos, un sargento y un indígena turco.
Los
mariscales
provinciales,
por
su
parte,
ejercían
la
autoridad
en
su
correspondiente
provincia,
si
bien
debían
obediencia
al
mariscal
general de la Orden.
Cuando
van
armados
“todos
los
hombres
de
la
Casa
están
a
las
órdenes
del
Mariscal”.
No
puede
ser
designado
Comendador
de
una
Provincia a menos que haya sido relevado de las funciones de Mariscal.
Además
de
las
ocupaciones
a
nivel
civil
que
cada
templario
tiene
que
acometer
y
repartirse
siguiendo
las
órdenes
de
su
comendador
y
de
las
de
tema
de
su
servicio
militar,
los
templarios
son
principalmente
monjes
y como tal tiene
o
bligaciones, las cuales se dividen en horas canónicas.
Según
la
regla
de
los
templarios
se
reitera
y
se
destaca
la
primacía
absoluta
de
la
religión,
sobre
los
demás
aspectos de la vida.
Según
esta
regla:
“Todo
hermano
del
Temple
debe
saber
que
no
hay
nada
a
lo
que
esté
tan
obligado
como
a
servir
a
Dios,
y
en
ello
debe
poner
toda
su
aplicación
y
su
entendimiento,
especialmente
en
oír
el
santo
servicio;
porque
nadie
debe
faltar
ni
hurtarse
a
ello
en
tanto
que
pudiere.
Porque,
como
dice
nuestra
regla,
si amamos a Dios, debemos escuchar y comprender en agrado sus santas palabras”
La
primera
obligación
que
tiene
todo
templario
es
la
de
conservar
con
sumo
esmero
la
capilla
templaría
y
comportarse
dignamente
cada
vez
que
se
encuentre
en
ella.
Debiendo
vestir
adecuadamente
no
pudiendo
vestir
descuidadamente
o
con
escasa
ropa
ya
que
esto
está
totalmente
prohibido.
Cuando
se
canten
las
horas,
hay que presentarse con el manto anudado al cuello o cerrado por el broche.
Cuando
se
llame
a
maitines,
a
las
cuatro
de
la
madrugada
en
invierno
y
a
las
dos
en
verano,
el
templario
se
levanta
se
viste
y
se
dirige
a
la
capilla.
Puede
permanecer
en
ropa
de
dormir
(camisa,
calzón
y
pequeño
cinturón) pero debe tener sus calzas y sus zapatos puestos y sobre todo el manto anudado.
Registrada en el Ministerio del Interior con el número 589030 .Reservados todos los derechos legales de esta Pagina Web
Empleo del Tiempo de un Caballeros
Templario del siglo XI